1 En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Él estaba en el principio con Dios. 3 Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4 En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 5 Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron. 6 Vino al mundo un hombre enviado por Dios, cuyo nombre era Juan. 7 Este vino como testigo, para testificar de la luz, a fin de que todos creyeran por medio de él. 8 No era él la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz. 9 Existía la luz verdadera que, al venir al mundo, alumbra a todo hombre. 10 En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por medio de Él, y el mundo no le conoció. 11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. 12 Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre, 13 que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios. — Juan 1:1-13


En este fragmento de las escrituras, Juan afirma la trinidad de Dios. Si bien la palabra trinidad no aparece textual en las escrituras, en diversos pasajes se puede dar cuenta de ello. Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo.

“la luz verdadera que vino al mundo” (v.9), conecta con la idea de “la luz brilla en las tinieblas” (v.5) y a su vez nos podemos percatar que la luz verdadera que vino al mundo fue Jesús, otra afirmación y evidencia de que Dios, Jesús y el Espíritu Santo son uno.

En el (v.12) podemos apreciar la misericordia de nuestro Señor al permitirnos llegar a ser hijos de Dios, pese a no ser directamente de su pueblo original, no tener lazos sanguíneos con aquel pueblo. Pero todo aquel que crea en su nombre tiene derecho de llegar a ser su hijo.